De la mano de dioses amables jugando a degustar la esencia,
principiantes o maestros:
monigotes mimados por el destino.
¡Qué incómoda y aburrida escena para la conciencia!
¿Cuándo, dónde y cómo
perdimos la pericia en desempaquetar los momentos regalados?
Aceptaremos los disparates,
el sinsentido de una vela apagada junto a un mechero allí donde nada se ve.
¿Cuándo, dónde y por qué
nos desprendimos de la sabiduría que otorga el mirarse en los ojos del otro?
Reconocerse facilitaba las cosas.