escritora
el puente
Una niña quiere disfrutar de lo que le produce más placer en las tardes de verano que pasa en casa de su abuela.
Determinación y visión con un solo objetivo: construir un puente.
Este cuento lo escribí hace tiempo y empieza así:
«De la casa a los tres pinos había treinta metros. La disposición triangular de éstos me había sugerido de niña un espacio cerrado y había hecho de él mi refugio particular. En ocasiones me entretenía marcando los límites con piedras. Realicé, incluso, una valla de ramas dejando una abertura pequeña en la que coloqué una puertecita -que hice con cartones y era exactamente de mi medida de ancho con los brazos pegados al cuerpo.
Sólo lo que necesitaba para pasar, sólo eso.
A ésta le añadí un candado que me dio la abuela. Sigue leyendo
querida rosa:
(Esta carta es la respuesta a otra que encontrarás en «querida verde«)
Querida Rosa,
Antes de que se me olvide: también te quiero.
A ver… Sé que no habrás leído mi carta todavía, la que te envié en un e-mail. Ésta te llegará y tampoco la leeras (o lo harás cuando encuentres ese tiempo-espacio en el que «contactes con» o «te llenes de» mis mensajes). Mientras tanto, yo voy haciendo, que a ti se te amontonan las cosas y es como si no pasara nada y ya sabes que yo no lo siento igual. También sé que lo respetas («Doña Respeto») y lo agradezco, aunque haga bromas,… que si no parece que todos tengamos que ser profundos o ser no se qué y no es el caso. Además, si yo me levantara tan temprano sería para correr, no para «hacer el fantasma» (permíteme la broma ya que tú no dejas de hacerla con mi nombre :-p)
De todas formas, te recuerdo que tienes un blog de acceso público y que yo soy de las primeras que me suscribí a las entradas (o sea, la incógnita del sobre cerrado al carajo) (Qué poco calculadora eres madre mía!!!). Sigue leyendo
querida verde:
Querida Verde:
Hoy me he levantado pronto… Algo me ha hecho saltar de la cama.
Me he tapado con una manta, tipo fantasma, y he vagado un rato por la casa, a oscuras. No sabía muy bien qué hacer porque el despertador todavía no había sonado: era un espacio muerto, disponible. No esperaba nada, ya no espero. (No te confundas, no es que no tenga esperanzas, es que lo que espero ya no depende sólo de mí.) Una incertidumbre, una nube de espuma blanca se extiende a mi alrededor. No me asusta sentirme así, es más, me conforta. Tengo muchas ganas de saber cómo será todo lo que tengo por vivir.
He visto las lanas que están desperdigadas por casa desde que estoy trabajando en las intimidades de “el ovillo”. Las he tocado, las he olido… Algunas ya tienen mi olor, lo reconozco. También me han mostrado otras presencias, no sé si pasadas o futuras. Sigue leyendo
la papelera del escritor
La papelera del escritor está llena de sueños, de promesas sin cumplir y algún que otro poema inacabado. En ella palpitan corazones inquietos -algunos rotos- y se retuercen cartas nunca enviadas a remitentes que seguirán siendo ignorantes de la ternura o desdén con que se vivió su presencia, con la que se sufrió su ausencia. Sigue leyendo
mi historia
Me llamo Rosa.
Lo más importante en mi vida es que estoy viva y soy libre.
Pero eso hay que matizarlo… Sigue leyendo