«- ¡Al corro de la patata…!
Creo que de niña me gustaba jugar al corro de la patata. Reconozco como agradable la sensación de juntar mi mano a la de otros y cerrar los ojos para sentir la vida de los que estaban a mi lado.
¡Dar vueltas, vueltas y más vueltas y no caer porque hay unas manos a las que agarrarte! Ser la ayuda, el soporte de otros que giran contigo.
Poder moverte, unirte al rápido transcurrir. Ser más veloz que el rayo y otros que lo ven, que te miran y quieren ser como tú o tú como ellos, que todo se confunde en un remolino. Algunos tropiezan y ríen a tu lado. Están junto a ti por el gusto de jugar, de compartir vida.»
Así empieza el relato:
«La vida en recortables, Un tributo al arte, a la imaginación y al movimiento que surge de la creación.» Sigue leyendo