La papelera del escritor está llena de sueños, de promesas sin cumplir y algún que otro poema inacabado. En ella palpitan corazones inquietos -algunos rotos- y se retuercen cartas nunca enviadas a remitentes que seguirán siendo ignorantes de la ternura o desdén con que se vivió su presencia, con la que se sufrió su ausencia.
En la papelera del escritor borbotea la vida: ideas y proyectos que permanecerán en el paraíso de lo no vivido y animarán retoños que verán la luz en otras conciencias.
Como a un agujero negro, a la papelera del escritor van a dar los cuerpos no experimentados, los besos no dados y las respetuosas palabras que no se dijeron:
Mariposas agitándose en el borde fronterizo del recipiente, deseosas de volar, de descansar en algún nicho.
Renuncias a lo que tiras, abrazas lo que deseas, pero ¡cuánto hay de lo que te acompaña que permanecerá siempre ahí, en esos papeles arrugados!
Va mi amor en esa luz de la imagen que nunca acabará de apagarse del todo. Sea donde sea que vayáis, vosotras, esas letras, os habéis ganado el descanso (R.I.P.).
La elección está hecha.
Te elijo a ti.