Miro a mi alrededor y, cuando dejo por un instante de pensar que mi pequeña presencia en el universo es “tan importante”, se me manifiesta la realidad como un juego de sutil y extrema elegancia, un movimiento de belleza infinita que está ahí y puedo sentir de la misma forma que noto cómo el calor del sol traspasa mi piel o me empapo de la humedad que permanece en un jardín sombreado.