Suelen aparecerme hormigas en el vientre al anochecer.
Minúsculas formas que me alborotan la piel, sin dejar apenas rastro de su presencia, se manifiestan como dedos inquietos explorando el abismo de mi deseo.
Esos animalillos anuncian la vuelta a lugares que reconozco, hoy, espesados por el calor: chocolate caliente.
Son espacios de cuentas de madera bordeando tu cuello.
Tú, el que más espero en mí.
Habitas mi cuerpo desde hace siglos, por eso te reconozco.
Eres la vida en mí.
Respiro, te lo cuento y todo tiene más sentido.
(De “espacios íntimos”)