Nuestros cuerpos son el resultado de una línea evolutiva que se remonta a muchos años atrás. En ellos se circunscribe la vida. Cuerpos en ese otro gran cuerpo, esa Gaia, madre viva, que nos acoge y de la que nos nutrimos y somos nutriente. Cuerpos necesarios -¿por qué si no seguiríamos aquí?- en el equilibrio energético que hace posible la vida en la tierra.
Hasta que deje de serlo. Necesario -digo.
El contacto con otros cuerpos permite solidificar enlaces, disolver los que no interesan… Trascender nuestra pequeñez y ampliar la de otros. Al margen del dolor o placer que eso nos cause. Nos concentramos y acercamos para construir lo mismo que para destruir. Amamos y odiamos con igual esmero con el que damos vueltas a un café para disolver el azúcar así como nos agitamos con pasión cuando nuestra sensibilidad se ve afectada por desgracias y alegrías.
Cuerpo: ese contenedor de vida con el que nos movemos por la tierra.
Nuestros cuerpos, también, son portadores de nuestro consciente y subconsciente, ese que nos ronda a veces como una herida y que, además, puede ser también la llaga de cuerpos de otros. Sí, algunas heridas ni nos pertenecen en exclusiva. Son marcas que persisten infligidas hace tiempo, escritas con sangre en la historia de la humanidad. Ahí nos siguen doliendo.
El cuerpo es, además, el vehículo y la herramienta con los que expresamos nuestra vida interior, en forma de creatividad explosiva o de delicada y sutil manifestación. Es caduco y tan fuerte como frágil es a veces.
Pero: ¿qué es un cuerpo?
Un cuerpo es, según desde la disciplina desde la que se defina, cosas distintas.
Destacaremos dos ideas que se desprenden de varias de las definiciones observadas:
-Por un lado parece ser importante su mantenimiento material en un espacio-tiempo de tal manera que sea perceptible como una unidad. Se destaca también su capacidad de interaccionar con el medio como un sistema orgánico.
-Por otro lado, y para centrar el tema que nos ocupa, en las disciplinas de estudio del cuerpo humano el punto de vista anatómico ha sido determinante y se ha partido de unos supuestos en que parece que la división cabeza / tronco / extremidades prevalece.
En mi opinión, la disección en el acceso al conocimiento de lo corporal ha tenido mucho que ver en ese desmembre. La complejidad de la estructura cerebral, por otro lado, hace del estudio anatómico un caramelo con riesgo de adicción. El conocimiento detallado, fino, de lo pequeño y minucioso, hace apetecible seguir indagando en ese sentido en el cerebro. Pero ese punto de mira es cada vez más disociativo de explicaciones globales que funcionen adecuadamente en teorías integradoras.
El cerebro como rey de una estructura inerte, de un cadáver. Pero, un cadáver no es un cuerpo humano, no tiene vida, no tiene movimiento.
¿Qué pasaría si pensasemos en el cerebro no como rey sino como que está “al servicio de”? Y, si es así, al servicio de qué está?
Imaginémoslo más como un vasallo, un servidor de la vida que en nosotros habita.
El cerebro está altamente capacitado para realizar sus funciones pero no gobierna sino que sirve a la vida.
Al observar desde la perspectiva del movimiento, H. Noguchi tuvo la virtud y la libertad de acceder al conocimiento corporal-orgánico no desde un punto de vista exclusivamente anatómico. Quizás fue la juventud, la frescura de la observación, lo que le guió. Son ese tipo de visiones las que iluminan el conocimiento y dan pié a otras vías para el estudio.
Un cuerpo es un cuerpo en movimiento. El simple punto de partida de la perspectiva seitai.
Mentalidades analíticas y científicas como la de Katsumi Mamine, con su dedicación exclusiva a la cultura seitai y a la creación de un lenguaje propio, permiten seguir en esta línea de estudio estableciendo una nueva orientación muy valida en las ciencias que estudian la vida y sus manifestaciones.
Partiremos, pues, de las definiciones establecidas por Katsumi Mamine para entender la verdadera dimensión de las aportaciones de la cultura seitai a la observación del cuerpo como estructura orgánica en movimiento:
- el eje rector de la vida en movimiento en los vertebrados es la estructura llamada cevepé (K. Mamine) que es: cráneo, vertebras y pelvis (CVP). Junto a todo lo que en estas cavidades se acoge (órganos vísceras, tejidos anatómicos, sustancias, huesos, tendones , ligamentos y músculos) conforma la unidad rectora de la vida;
- es una estructura indivisible (Si se secciona no se asegura la vida);
- se tiene que coordinar (Coordinación: “acción de conectar medios, esfuerzos, etc., para una acción común»);
- se coordina mediante el movimiento espontáneo con el que se asegura la función básica: preservar la vida;
- el movimiento espontáneo es propio y singular en cada individuo y se puede definir en el espacio y en el tiempo como un movimiento en el sentido físico en tres planos: extensión-flexión (eje), lateral (perpendicular al eje) y rotatorio (en torno al eje), 5 direcciones (entendidas como reactividades al medio) interdependientes entre sí y en dos polos (+ -);
El motor del movimiento espontáneo es el deseo. El deseo de vivir, de moverse, en la multiplicidad de las formas en que ese deseo se concreta: el deseo de pensar, de amar, de comunicarse, de defendernos…. Examinaremos en otra entrada la naturaleza de ese concepto por su gran importancia en la cultura seitai.
En las definiciones de cuerpo también se destaca la observación-percepción de éste como una entidad diferenciada que se puede conservar en una unidad temporal-espacial.
Alrededor de esa idea de escucha, observación y percepción, giran las dos prácticas principales del seitai: (Yuki y Katsugen).
La experiencia de la autoobservación y autopercepción está contemplada en la perspectiva seitai. H. Noguchi inventó la práctica de escucha que lo permite. Es el Katsugen Undo.
Profundizaremos en la idea de “Katsugen Undo” como método de autoobservación-percepción y acceso a nuestra particular manera de movernos en el mundo. Similar a un diálogo interior y guiado por nuestro propio deseo posibilita, a través de un proceso de (re)conocimiento y de autoconocimiento, la escucha de nuestro movimiento espontáneo.
Intentaremos ver qué bases objetivables tiene el reconocimiento -un tanto inefable pero con el que estamos de acuerdo casi todos los que practicamos Katsugen Undo- de estar con algo íntimamente ligado a la propia vida y que no es, o no exclusivamente, una experiencia sensorial o mental sino que es algo más complejo y vital en sentido global que se percibe indiscutiblemente como tal.
Quizás si pensamos en términos de movimiento, de movimiento espontáneo y de la cevepé como unidad podremos saber algo más de lo que es la vida en los vertebrados y ello, analógicamente, nos ilumine un poco más sobre la vida en movimiento y la creación de métodos e instrumentos de observación basados en estas premisas.
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